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EL BLANCO VA DE FONDO



00_Anotaciones

“…hacer del lenguaje un elemento sin peso que flota sobre las cosas como una nube” dice Ítalo Calvino en su libro «Seis propuestas para el próximo milenio».

El cuerpo es materia manifestada;
la lógica polar implica, entonces,
lo no-manifestado, lo no-cuerpo.

Acción que manifiesta una porción
visible de lo que antes era oscuro:
tendencia a crear; mostrar lo creado.

“Es posible que buena parte del arte actual deba entenderse como producto de una huida de la interpretación” dice Susan Sontag en su ensayo «Contra la Interpretación».

01_Imprecisiones

Silencio nítido y viento
en una tela de araña:
¿quién mide el peso del tiempo?
¿quién calcula la estructura?
errores involuntarios,
distracción del pensamiento,
las horas como segundos;
es igual el tiempo muerto.
El tejido corporal:
desorden de los sentidos,
desenfoque del trascurso.

02_Definiciones

La distancia adecuada entre dos puntos,
los límites definen el espacio:
los cuerpos ya no caen a la tierra.
El lugar donde habita lo incorpóreo:
ocupar el espacio sin materia.
Borrón y cuenta nueva sobre blanco.
La neblina es el eco de la lluvia;
atravesar el rio silencioso:
el silencio también es un lenguaje,
el blanco se confunde con el fondo.

03_Vacilaciones

¿La tierra es de la luna?
¿el cielo es el espacio?
¿El viento es el que hace
volar a las gaviotas?
¿La luz es permanente o
se acaba en algún punto?
¿Pedir explicaciones
o quedarse mirando?
¿Colores sobre blanco
o el blanco da la forma?
¿Los viajes son regresos
o partidas o escapes?
¿La distancia establece el
movimiento del cuerpo?
¿El blanco va de fondo?




Antonio Batlle.
Barcelona, España. Mayo, 2023.



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VER TODAS LAS COSAS COMO NUEVAS


Error: lo que se considera verdadero es en realidad falso. Errar es humano, dice el refrán, pero a lo largo de la historia lo humano ha devenido en un incansable intento por definirse desde lo correcto y lo posiblemente perfecto, más que desde lo real. Partiendo de imperativos autoimpuestos (de manera individual o colectiva, privada o social), el parecer se ha tomado el espacio que a priori corresponde al ser, voluntad que permanece usualmente en silencio bajo ideas como el deber, el orden, lo bueno y lo bello.

Las obras reunidas en SEMITONO nos recuerdan que no es en el control y el orden que se encuentra lo bello, sino en aquel vacío insensato donde habita y sobrevive la intuición; lo azaroso e inesperado por sobre la razón, el cálculo, la reproducción, el calce. “Quien usa demasiado la razón se hace sospechoso de estar atentando contra ella”, escribió Kafka. Entre colores y figuras, este conjunto arma una constelación de gestos sencillos, derivados de esa especie de desconfianza acerca del propio juicio que es el hacer irracional y libre.

No es que no haya orden, es que hay otro. En ese otro orden el sentido, “factor fundante de todo proceso de comunicación” se vuelve irrelevante, una idea vertiginosa. “¿Cómo hablar sensatamente del sentido, cómo volver sobre el momento de su formación si para ello necesitamos a la vez situarnos en un discurso que es la última fase del sentido ya formado?”1. No hace falta una mirada trascendente, una serie de reglas que definan el juego. Este opera y funciona en su propia lógica, más allá de lo esperado y de todo lo antes visto; o acaso en todo eso ya visto, después del evento del hacer, la magia que permite ver todas las cosas como nuevas.

Puede ser algo ínfimo: una gota de acuarela que desbordó la grilla; una barra de color que pasó sobre otra, creando una nueva tonalidad. Un conjunto de pequeñas escapatorias a lo perfecto, astucias que abren el camino del solo ser. El error abre la libertad de no tener que ser, de habitar esa nada donde entra todo y más. Ahí donde el sentido supera toda narrativa de base, al margen de la más dura especulación, ahí se encuentra la forma más clara de la obra y del arte; en ese hacer donde el lenguaje no alcanza – ha dejado de ser necesario.



Fernanda Aránguiz M.
Santiago, Chile. Diciembre, 2022.



1 A. Greimas, De la imperfección. México: Fondo de Cultura Económica, 1997. Pág. 9.



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OCUPAR UN VACÍO



Lo abismal aparece en nosotros de diferentes formas: en un encuentro inesperado, en un paisaje abrumador, al final de un largo viaje o recién al comenzar uno; como nos dice el queridísimo Barthes, “heridas o felicidad, me dan a veces ganas de abismarme”. Así, tanto en una mañana de campo como en un día de lluvia a la espera de un barco, podemos sucumbir, ya sea por una explosión de amor o por la falta total de este, absortos, nos abismamos; quien sea que haya experimentado alguna vez el amor por algo, por alguien, seguro ha experimentado esas ganas de abismarse.

Es un momento de hipnosis, de desvanecimiento, son puntos de suspenso en que “me confío, me transfiero”, a un otro que no está ahí, a todo menos a ese otro. Abismarse es fugarse, desconectarse, desreponsabilizarse de los atascos del mundo. Absorto está tanto el niño que dibuja garabatos en una pared como Robert Plant cuando se lamenta, casi sin aire, why don´t you please come home. Para Barthes abismarse es ese ataque de anonadamiento que se apodera del sujeto amoroso, tanto por desesperación como por plenitud.

Algo de ese extrañamiento tiene la abstracción, que más que significar, es: es un intertanto, un momento ingrávido de concentración, de desconexión, de hechizo y por qué no, de encanto. Para quién lo hace supone un momento de embelesamiento lúdico, un acoplamiento con la cosa, con la cosa que captura su atención, es un afuera del mundo en el mundo, es la entrega absoluta a la cosa amada. Para quién lo mira, un intento imposible por ponerle nombre a lo indecible.

Sin duda, las obras que presenta Sebastián Cobo en esta exposición componen ese universo al que me refería antes; son producto de un trabajo meticuloso, repetitivo, pasmoso: horas y horas de líneas, puntos, rayas, formas, texturas, pruebas, errores, vuelta a comenzar. Horas y horas de líneas, puntos, rayas, formas, texturas, pruebas, errores y vuelta a comenzar. No se trata aquí de los grandes temas de la humanidad; no es la tecnología desafiando los límites entre la vida y la no vida ni de reflexionar críticamente sobre los dispositivos de control social, no, el arte ni cerca está de rozar esos temas.

En los trabajos de Cobo hay algo silencioso, casi monástico, hay un ritmo constante que busca formas, composiciones, cierta armonía, un universal; es por definición honesto, casi estoico. Sus obras tienen una frecuencia baja, sin duda algo obsesivo, son producto de un trabajo meticuloso, como meticulosos son los diseñadores - cada cosa en su lugar y cada lugar para la cosa -, no obstante, a diferencia del diseño, no es si no en el ejercicio formal mismo en la que las obras encuentran su fin.

En cada obra, hay un deseo incontrolable de perfección, de unidad, el desborde obsesivo de líneas y gestos está franqueado por unos márgenes bien definidos, por unas fronteras nada difusas, en un derrame contenido, en que pequeños gestos dan paso a imágenes reconocibles, figuras geométricas conocidas cuya texturas componen un trabajo minucioso de rellenar un vacío, literalmente de abismarse en la cosa.



José Tomás Fontecilla
Santiago, Chile. Noviembre, 2021.